Un joven escritor de 17 años nos regaló esta narrativa para compartir con todas y todos los lectores. ¡Qué lo disfruten!
"Soy un escritor de 43 años, sumamente
experimentado, renombrado en infinidad de torneos, eventos y
certámenes con premios invaluables y lujosos; a cualquiera que
estuviera metido en el hermoso mundo de la literatura sabría
reconocerme sin mucho esfuerzo.
Como
olvidar mi primer premio, mi primera gran inspiración. En una
competencia barrial de Buenos Aires, fui con un sobrecito con un
relato de ficción. Hablaba de una antigua película en blanco y
negro de, si mal no recuerdo, la gran guerra. Los jurados decidieron
que el mejor relato de los presentados era el mío, mi sorpresa y
alegría fueron indescriptibles, a pesar que solo participaron seis
personas, pero eso no importaba en ese momento, tan solo ese premio
fue suficiente excusa para dedicar mi vida entera a la literatura.
Por
cada competencia que era partícipe, las personas y jurados me
elogiaban por mis relatos fantásticos sobre terror y ficción.
Parecía tener un talento natural por la literatura.
El
terror me encantaba, era mi género favorito. ¿Cómo olvidar mi
relato del '79? Un pequeño pero impresionante cuento sobre Dennis
Lynn Rader, un asesino en serie estadounidense que hizo que gane una
gran medalla de oro macizo en un torneo mundial. Esas mismas
competencias que me llenaban de alegría al ganarlas, que era mi
combustible para escribir, poco a poco, más temprano que tarde,
hicieron que ganarlas sea solamente una victoria más, un trofeo más
del montón. No importaban los aplausos, trofeos, medallas o las
incontables personas que hacían horas de fila para que firmara sus
libros, ya era algo tan normal como vacío. Pero me gustaba escribir
y sobre todo ganar. La imaginación que tenía era increíble, podía
realizar todos los meses un relato atractivo y sin ser copia de otro
más. Poder con un relato ver los ojos de los lectores como un
torbellino de emociones, de asco, intriga, alegría, etcétera, me
fascinaba. Ese impacto era lo que intentaba lograr.
Pero
pasaron los años y esa imaginación se apagaba; los años pesaban, y
la vara que ponían sobre mí era cada vez mayor.
En
cada entrega de libros, tenía millones de buenas reseñas y eso me
dolía, saber que millones de personas quieren un libro nuevo, ideas
nuevas, sensaciones nuevas. Hizo que terminara rompiéndome por
dentro. Yo sabía que no podía seguir con mi falta de imaginación y
con cada vez más presión sobre mí, ver montones de papeles en
forma de bollos posando en mi escritorio, testigos de mi fuerte
frustración conmigo mismo; intentos de relatos que parecían
imposibles de continuar, horas perdidas en un papel que a futuro
sería un fracaso literario, imposible de ganar la más mínima buena
reseña; se podría decir que soy esclavo de mi antigua pasión y
trabajo.
Todos dirían que fue muerto por mano propia; pero cuando das todo por algo que solo te vacía ¿Qué más te queda?. Solamente preguntarse ¿Cuánto más podré aguantar?
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